Prosa del mundo

Augusto Serrano López

El principio de composibilidad

“Cualquier punto del universo

refleja al universo entero” (Leibniz)

 

Al ver caer la estatua de bronce de Sadan Husein en Bagdad en abril de 2003, muchos creyeron que se había liberado Irak. La posterior muerte de Husein y el desbaratamiento de su régimen y de su ejército auguraban felices y democráticos años para un país salido de una larga y opresiva dictadura.       Así se pensaba.

El error ha sido mayúsculo. Porque se cometieron dos errores de grado supremo:

-uno fue haber fundado la invasión norteamericana sobre un infundio: la existencia de armas de destrucción masiva que nunca se encontraron, porque nunca existieron;

-otro,  más decisivo y no menos peligroso, haber creído que se puede edificar una nueva sociedad sobre las ruinas casi totales de la anterior, pero con las mismas personas.

Lejos de llegar el hermoso tiempo de la democracia en paz, Irak vive hoy envuelto en la desesperación, porque lo sacude la corrupción y la violencia extrema.

Se ha pecado contra el principio de composibilidad: ese principio que dice que nada es posible, si no lo es junto a otros posibles.

Son conocidos los diversos principios que se atribuyen a Leibniz, pero se desconoce que tiene otro en su haber: el principio de composibilidad.[1]

Esa idea de que nada a la larga es realmente posible y mucho menos perdurable, si no es posible junto a otros posibles, hace ver que los cambios, por muy sorprendentes, sorpresivos, emergentes y mutantes que sean, no se podrán hacer nunca desde el vacío, desde la nada, esto es, que aquello que se quiere como nuevo, ha de contar de alguna de las maneras posibles con aquello que se quiere transformar y superar, para tener razón suficiente (otro principio leibniziano) de llegar a ser.

En el caso de la invasión injustificada de Irak, ya se ha dicho de muchas maneras que el no haber conservado parte de las estructuras estatales del Irak huseiniano ha permitido tener que comenzar casi de cero para hacer un país nuevo, con lo que se tienen estos actuales resultados catastróficos: se ha querido pasar de un país que, más allá de encontrarse en situación tiránica, vivía relaciones casi medievales, a un país moderno, democrático con elecciones decisivas para la marcha de las instituciones que carecían y carecen de tradición y de entendimiento entre la población. Lo que podría haber sido posible junto a la supervivencia (al menos temporal) de viejas estructuras , se ha malogrado por no tener en cuenta ese principio de la composibilidad.

Han creído, como la ingenua paloma de la que habla E. Kant en la Introducción B de la Crítica de la Razón Pura, que les iría mejor sin la carga y la resistencia del viejo ejército y de las viejas estructuras, sin darse cuenta que sólo desde ellas cabía despegar superándolas para construir lo nuevo. Como la ingenua paloma que piensa que volaría mejor sin la resistencia del aire por el que surca, olvidando la ley de su propio vuelo.

No estaba pensando en Leibniz ni en el principio de composibilidad Carlos Marx, cuando casi al final del vol.III de El Capital (la fórmula trinitaria), habla de los dos reinos de este mundo, el de la necesidad y el de la libertad, pero  está ejerciendo este principio cuando señala que el reino de la libertad se ha de lograr en la medida en que se supera el reino de la necesidad, pero que siempre seguirá siendo el reino de la necesidad la base (nunca superada del todo) del de la libertad.

Hoy diríamos que no hay modo de conseguir grados de emancipación de las leyes naturales sin “obedecerlas” o, pensando ecológicamente, que no debemos cortar la rama en que estamos encaramados, esto es, que hemos de cuidar muy inteligentemente la biosfera, si queremos lograr la supervivencia de nuestra especie humana y aún la posibilidad de vivir todos bien.

Vivimos en un mundo de posibilidades porque es un mundo de composibilidades. Esto es parte de otro de sus principios: el principio de relatividad (relacionalidad): en este mundo, todo está en relación con todo.

[1] Véase: Serrano López, A.: Relativität und Kompossibilität: Interpretationen zu    Leibniz’ Metaphysik. Darmstadt, 1969  (Doktordissertation). Entre los principios que llaman “de Leibniz”, además del principio de contradicción y el de identidad que no se sabe por qué se le atribuyen a él, siendo conocidos mucho antes de él, hay otros que, si no actualizados, al menos fueron propuestos por él. Así el principio de razón suficiente, el principio de la uniformidad o principio de Arlequín, el principio de identidad de los indiscernibles, el principio de continuidad, el principio  de lo mejor o de la conveniencia, el principio de simetría, el principio del mínimo esfuerzo o de las formas óptimas. Este que aquí `proponemos como principio de Leibniz o “principio de composibilidad” es de alcance realmente significativo en toda su obra filosófica y científica y se ve traducido también en su obra de política, de diplomacia y de teodicea.

5 diciembre 2019 Posted by | Uncategorized | Deja un comentario